Se pueden utilizar diferentes criterios para clasificar la piel. Una de las más aceptadas
se basa en la naturaleza de la emulsión que se forma sobre la superficie corporal entre
las moléculas lipídicas y acuosas cutáneas o externas, denominada manto
hidrolipídico o emulsión epicutánea. No obstante, existen otros factores, sobre todo
fisiológicos, relacionados con las características y el comportamiento de la superficie
externa de la
piel.
Se puede clasificar:
Según la epidermis
- Piel gruesa: aquella que posee un estrato córneo bien desarrollado. La suelen
presentar personas expuestas de forma crónica al sol, ya que uno de sus
efectos es la hiperqueratosis (engrosamiento del estrato córneo). Su aspecto
es tosco, con los poros dilatados y de color opaco amarillento. Es una
epidermis gruesa y queratinizada, con un aspecto amarillento debido a la
queratina.
- Piel delgada: posee una capa córnea fina. Propia de mujeres y de zonas
corporales cubiertas. Presenta una superficie uniforme, con poros poco visibles
y de color sonrosado traslúcido.
Según la dermis
La firmeza, elasticidad y capacidad de recuperación de la piel, dependen básicamente
de las características de la dermis. Se puede dividir en:
- Piel tónica: es aquella que presenta tensión y elasticidad.
- Piel flácida: aquella que ha perdido la elasticidad y la capacidad de
recuperación después de someterse a una deformación. Presenta estas
características pieles envejecidas e incluso pieles jóvenes que han sufrido un
adelgazamiento brusco o ciertas enfermedades.
Según las secreciones
La emulsión epicutánea o manto hidrolipídico es la emulsión formada por el agua
procedente de las glándulas sudoríparas y el ambiente, junto con los lípidos de las
glándulas sebáceas y de la capa córnea. Es una película que recubre el estrato
córneo, ayudando al mantenimiento de la función de barrera.
Según la fase contínua de la emulsión resultante, se forman emulsiones de fase
externa acuosa (O/W) u oleosa (W/O), en función de los cuales clasificaremos los
distintos tipos de piel en:
La composición y tipo de manto hidrolipídico dependen de factores:
- Constitucionales: inherentes al individuo.
- Localización corporal: por ejemplo, la frente es la localización más rica en
glándulas cutáneas, mientras en las piernas la secreción sebácea es muy
escasa.
- Edad: al envejecer se produce un descenso en los niveles de secreción
sebácea y el estrato córneo se vuelve más seco y tiende a agrietarse.
- Sexo: existe una influencia de la hormonas sexuales sobre las secreciones.
- Ambientales: agentes ambientales externos pueden modificar el aspecto de la
piel.
Piel grasa: Este tipo de piel presenta una mayor actividad de las glándulas sebáceas. Tiende a
constituir emulsiones con la fase continua formada por lípidos, dando lugar a una
emulsión epicutánea de fase externa oleosa. Se distinguen varios tipos de piel grasa
con distintas características:
- Piel grasa seborreica.
Este tipo de piel se presenta, principalmente, en individuos de raza latina.
- Piel grasa deshidratada.
Se desarrolla cuando la secreción sebácea modifica su composición cualitativa,
disminuyendo la proporción de lípidos hidrófilos. En estas condiciones la emulsión epicutánea no se forma o es insuficiente para proporcionar una adecuada protección,
ya que disminuye el agua retenida al evaporarse ésta con más facilidad y , por tanto, la
piel se deshidrata.
- Piel grasa asfíctica.
Es una piel que ha alcanzado este estado por la utilización errónea de
productos cosméticos. Por ejemplo, el empleo de productos demasiado
astringentes que cierran los poros provoca una alteración en la composición de la
secreción sebácea, originando la producción de grasa solidificada que, por la
hipertrofia de la capa córnea, tiene dificultades en salir al exterior.
Ello origina la aparición de quistes sebáceos o quistes de millium.
Características de los distintos tipos de pieles grasas:
Piel seca: La piel seca presenta una emulsión del manto epidérmico de fase externa acuosa
(O/W). Una correcta función barrera presupone una superficie cutánea lisa, flexible, sin
fisuras, sin grietas y con una descamación imperceptible. Las pieles secas se
desarrollan como consecuencia de una disminución en el contenido de agua del
estrato córneo, dificultando dicha función barrera.
Esta hidratación del estrato córneo
depende de muchos factores, tanto internos como externos.
La sequedad cutánea se caracteriza por presentar aspereza, descamación, pérdida de
flexibilidad y elasticidad, grietas e hiperqueratosis.
La pérdida de agua puede deberse a:
• Disfunciones fisiológicas
• Disminución de la secreción sebácea o lípica.
Supone la deshidratación de las capas córneas superficiales y propicia una alteración
de la función barrera por parte de los agentes externos.
La falta de precursores (filagrina) de las moléculas hidroscópicas que constituyen el
factor de hidratación natural (FHN) de los corneocitos. Como consecuencia aparecen
sequedad y aspereza cutánea que dificultan la función barrera.
La escasez y alteración de los lípidos que forman las membranas córneas y la
sustancia cementante intercorneal, puede incrementar la pérdida de agua y causar
aspereza y sequedad. Existen patologías cutáneas, como ictiosis, psoriasis, xerosis o dermatitis seca, ligadas
a una hiperqueratosis y que son causa de deshidratación, sequedad, descamación y
aspereza en el estrato córneo.
• Agentes externos:
- El calor seco intenso y persistente, provoca una pérdida de agua que modifica
la fase acuosa de la emulsión epicutánea reduciendo el entorno acuoso de las
sustancias higroscópicas del factor natural de hidratación (FHN) y eliminando
las láminas de agua que forman parte de la sustancia lipídica cementante entre
las células corneales.
- El frío puede afectar las actividades enzimáticas que transforman los
aminoácidos precursores de las sustancias que forman el FHN.
- El exceso de radiación UV puede dañar las proteínas córneas y los lípidos
lábiles. A largo plazo produce hiperqueratosis que se manifiesta con sequedad
y aspereza cutánea.
- La utilización continuada de jabones y detergentes puede provocar una pérdida
de los lípidos superficiales, por lo que desaparece la emulsión epicutánea y
produce un resecamiento de la epidermis. También es posible una eliminación
de parte de los lípidos cementantes empeorando los signos de la sequedad.
- Los productos alcalinos pueden bloquear la capacidad tampón del estrato
córneo y provocar la pérdida de la acidez fisiológica característica de la capa
córnea.
La sequedad cutánea puede ser ocasional o crónica. La piel seca constitucional se
caracteriza por ser gruesa, áspera y rugosa al tacto, con una descamación anormal.
Presenta poca tolerancia a los agentes externos. El síntoma acompañante más
frecuente es el prurito, que se atribuye a una alteración en el umbral sensorial o la
penetración de irritantes a través de un estrato córneo anormal. Es frecuente en
personas ancianas o con dermatitis atópica.
Dentro de las pieles secas ocasionales o temporales se encuentran principalmente las
pieles secas alipídicas y las pieles secas deshidratadas.
- Piel alipídica: Se caracterizan por una disminución del nivel lipídico en la secreción sebácea, ocasionando la deshidratación de la capa córnea por una menor protección de la emulsión epicutánea. Estas pieles suelen presentar:
- Color blanco rosado.
- Espesor fino.
- Aspecto mate y marchito.
- Poros cerrados e imperceptibles a simple vista.
- Tacto áspero
- Fácil descamación.
- Tendencia a presentar arrugas.
- Resiste muy mal los cambios climáticos.
- Las glándulas sebáceas y sudoríparas se encuentran
disminuidas de volumen.
- Toleran mal los jabones.
- Se broncea con dificultad.
- No suele tener comedones.
- Pérdida de elasticidad.
- La sensibilidad a los agentes externos favorece la aparición de
rojeces y descamaciones.
- Piel deshidratada: Deben su sequedad a un déficit de agua en el estrato córneo. Los agentes externos favorecen la eliminación del agua superficial conduciendo a un resecamiento y mayor descamación córnea. Sus características son:
- Tacto áspero.
- Piel con espesor fino.
- Aspecto mate, sin brillo.
- Gran tendencia a las arrugas y a que se infecten los poros
(granos).
- Tolera muy mal los jabones.
- Broncea difícilmente.
- Fácil descamación.
- Mala adaptabilidad a los cambios climáticos.
- Piel muy sensible, que se irrita con facilidad
- Sensación de tirantez.
- No suele presentar comedones.
Piel normal: Es aquella cuyo manto hidrolipídico se halla correctamente
formado, con una cantidad de lípidos idónea y constituyendo una emulsión de
fase externa acuosa (O/W) o de fase externa oleosa (W/O), bien constituida. La
función barrera no presenta ninguna alteración y la hidratación cutánea
presenta una normalidad absoluta.
Sus características son:
- Color rosado uniforme.
- Tacto muy suave, aterciopelado. Propio de pieles jóvenes.
- Espesor fino.
- Lisa, sin arrugas y elástica.
- Flexible, tónica.
- Bien irrigada.
- Poros cerrados y pequeños.
- No hay presencia de aspectos poco estéticos como manchas, poros abiertos o
líneas tirantes.
- No hay brillo grasiento.
- Tiene una superficie lubricada y humedecida.
- Presenta una buena tolerancia a los jabones.
- Broncea al sol en exposiciones normales y controladas.
- Resiste bien los cambios de temperatura.
Piel mixta: Hay situaciones en que según la localización, la piel es seca y
grasa, ya que la distribución de las glándulas sebáceas y sudoríparas no es
homogénea. En esta situación intermedia, se admite la clasificiación de un
estado fisiológico cutáneo que alterna las características de piel seca y grasa,
en unas condiciones de normalidad.
Piel sensible: Es toda aquella que tiene un umbral de tolerancia inferior al de una piel normal, es
decir, reacciona frente a estímulos a los que una piel normal no reacciona, sufre
sensaciones de incomodidad como calor, tirantez, enrojecimiento o prurito, y es frágil,
clara y sujeta a rojeces difusas y/o patologías (acné, dermatitis atópica...).
En el
estrato córneo de estas pieles aparecen una serie de cambios:
- Eliminación de lípidos.
- Eliminación de sustancias solubles celulares y agua.
- Desnaturalización y desdoblamiento de proteínas.
- Descamación.
- Cambios en el contenido detectable de enzimas.
- Engrosamiento de la capa córnea.
Estos cambios originan la pérdida de la función barrera, que perjudica la resistencia a
la penetración de microorganismos o sustancias externas, y una pérdida de la
elasticidad, que origina pequeñas fisuras y descamación, facilitando la penetración de
sustancias agresivas e irritantes, aumentando la posibilidad de desencadenar
reacciones alérgicas.
La piel sensible debe su alta reactividad a la protección cutánea insuficiente, a la hiperreactividad
alérgica y a problemas microcirculatorios.
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